Por Paula Marshall, sicóloga en Neuro FB.
¿Es posible permitir el cambio, con los sentimientos que nos ocasionan? ¿Aceptar lo que sentimos, cómo nos organizamos, como actuamos en ese estado, incluso si el estado es molesto como el miedo, la rabia o la pena?
Si pudiéramos buscar un denominador común sobre lo que estamos sintiendo los chilenos en este tiempo, creo que podríamos decir que es el cambio. Grandes cambios sociales después de que un grupo de alumnos saltaran los torniquetes del metro para protestar por el alza del pasaje, fuertes cambios culturales con una nueva mirada acerca de ser mujer, fuertes cambios sobre la mirada de nuestro entorno natural, fuertes cambios en la alimentación, fuertes cambios generados por un tema sanitario por la pandemia. Todos estos cambios, afectándonos en el plano global, pero también en lo más íntimo, en nuestras rutinas diarias, lo que nos lleva a instalar nuevos hábitos y maneras de relacionarnos. Cambios que sabemos no son del todo novedosos; la ecología, el rol de la mujer, pandemias y tantos otros cambios que estamos viviendo han estado muchas veces en muchos puntos de nuestra historia, pero dejaron de ser relevantes
La historia nos muestra frecuentemente cómo cambia la mirada, muchas veces incluso como un movimiento pendular en su trayectoria de desarrollo. Vemos cómo lo no visto se comienza a observar y desplaza al movimiento anterior instalándose con fuerza y minimizando lo que antes era relevante. Pero también sabemos que esto durará sólo un momento para que aquello olvidado o relevado vuelva a desplazar aquello que se observa hegemónicamente. Algunos pensarán, incluso que no hay avance ya que se niega con el movimiento anterior el actual, dando paso a la decepción. Esto, sólo si lo que se busca es un avance particular de una idea o un objeto y se pierde la mirada global de proceso.
Mirada de proceso
Con una mirada de proceso que abarca el ir y venir del todo podemos dar cuenta que estas aparentes contradicciones nos permiten, buscar la integración, el intercambio, la complejidad y la regulación de nosotros mismos. Esto ya ha sido planteado tanto por filósofos, como también por científicos. A fines del siglo XX, Humberto Maturana y Francisco Varela revolucionaron el mundo científico con esta mirada de procesos, donde enfatizaron la cooperación global que permite a su vez la emergencia de estados internos, al constatar que los sistemas no pueden ser comprendidos por el método analítico propuesto por Descartes. Sus ideas fueron reforzadas por la física auto-organizativa y las matemáticas no lineales, que daban cuenta de que no era posible explicar algunos fenómenos con un pensamiento secuencial y lógico que sólo permitía una operación a la vez. Esta nueva concepción de procesos es la que, al parecer, aún no termina de instalarse del todo en nuestra mirada o en nuestro sentir cuando vivimos los cambios, ya que tendemos a tratar de explicarnos lógicamente qué hacemos y cómo pensamos. Pero todos sabemos que, en el fondo, cuando sentimos, solo podemos sentir lo que sentimos, no podemos descomponerlo en una suma de particularidades, ni elegir incluso sabiendo qué sería lo mejor, ni menos planificar aquello que sentimos.
¿Genera algún cambio en nosotros una comprensión de la realidad distinta? Es interesante comprender que en los científicos provocó una cascada de cambios, puesto que al dejar de enfocarse en una parte del sistema o en un órgano en particular comenzaron a observar los distintos niveles de organización, que a su vez señalaban distintos niveles de complejidad con diferentes reglas y propiedades. Esto posibilitó abrir nuevas imágenes, con nuevas miradas. Una de ellas es que los sistemas se observan como redes, lo que impactó y posibilitó el estudio del cerebro y de las neurociencias. Bajo esta mirada se comprende que con el paso del tiempo las redes van generando distintas formas y nuevas estructuras dentro del sistema, lo que reafirma a su vez que la forma particular de un momento no es lo más importante, sino el proceso. Esto a su vez otorga especial importancia a la subjetividad o una aproximación personal o epistémica, ya que no se busca como antes obsesivamente la objetividad, al estar conscientes que no es posible separar al observador de lo observado, al sujeto de su dolor o de su sentir, por lo que es mejor declarar desde qué punto se observa el fenómeno.
¿Y si aprendemos a pensar así cambiará algo en nosotros?
¿Podremos permitir las contradicciones internas de un sistema complejo? ¿Es posible permitir el cambio, con los sentimientos que nos ocasionan? ¿Aceptar lo que sentimos, cómo nos organizamos, como actuamos en ese estado, incluso si el estado es molesto como el miedo, la rabia o la pena? ¿Podremos sentirnos de un modo particular en un momento sin sentir que nos vamos a quedar para siempre en ese instante? ¿Podremos permitir no siempre estar cómo queremos? Para responder estas preguntas sería tal vez interesante agregar algunos elementos para nuestra comprensión: cómo bajo esta nueva mirada la atención se dirige a los flujos de energía y materia que van expresando patrones de retroalimentación y control. Estabilidad que no se mantiene a través de una estructura, sino que se logra al retener las características relevantes del sistema o de la organización, que se expresa en distintos patrones. Es decir, tan importante como permitir el cambio es saber hasta dónde el sistema se permite llegar sin que pierda sus características relevantes, su forma, su patrón o dicho de otra forma sin dejar de ser quien es, sin dejar de mantener la identidad que le permite seguir viviendo. Entonces la comprensión de quién somos, nuestra identidad más simple, más básica, más humana, es posiblemente lo que nos abrirá al cambio. Esto no es fácil de entender porque en sí mismo es una contradicción, ya que solamente al saber quiénes somos estamos disponibles para el cambio, siendo la vida, una aparente contradicción.
Al parecer la vida es un constante sin sentido si sólo la observamos en una de sus múltiples dimensiones. Entonces surgen algunas preguntas interesantes como: ¿Sabemos quiénes somos para estar abiertos al cambio? ¿Podemos aceptar lo que sentimos entendiendo que no somos sólo una figura momentánea? Esto, porque en ocasiones lo que se siente es muy diferente al sentir más global, confundiéndonos dada esta aparente negación. El cómo estamos mirando lo que observamos, y no sólo lo que observamos al parecer será parte de las preguntas que tenderemos que comenzar a reflexionar bajo este nuevo paradigma de lo complejo, donde la subjetividad del proceso de vivir se comienza a volver central y que, a su vez, aunque parezca contradictorio se encuentra lejos del individualismo. Resaltar la subjetividad, saber quiénes somos es lo que permitirá en su dimensión más general a la cooperación y a la vida misma según esta nueva mirada, aunque en el fondo también sabemos que no es tan nuevo este paradigma en su principio más profundo ya que la encontramos en muchas culturas y episodios de nuestra historia humana.