Alerta Covid 19

La huella neurológica del coronavirus

Al igual como la peste española dejó tras su paso millones de muertes y decenas de enfermedades neurológicas, el Covid-19, además de la muerte y afecciones respiratorias, cardíacas y otras, está afectando la salud mental y cerebral de las personas.

Un estudio publicado por The Lancet Psichiatry señala que un tercio de quienes se han infectado con el virus evidencian algún trastorno neuro-siquiátrico. Demencias, Parkinson y psicosis son algunas enfermedades reportadas.

Jaime (62) estuvo casi un mes y medio en una clínica de Santiago de Chile. Sin enfermedades asociadas, nunca supo cómo ni cuándo se contagió, solo que el virus comenzó a desplazarse por su cuerpo desatando una hecatombe en cada uno de sus sistemas. Intubado e inconsciente, su familia se despidió de él porque solo un milagro, dijeron los médicos, lo podía salvar. El milagro ocurrió y después de meses está en su casa. La rehabilitación ha sido larga y no solo en lo físico. Una especie de letargo y desánimo lo invade ciertos días. Pero lo que más le preocupa a sus cercanos son los persistentes dolores de cabeza y la pérdida casi total del olfato. 

Como Jaime, a un año y medio del inicio de la pandemia, prácticamente todos (incluidos los que no se han infectado) están viviendo las consecuencias de la Covid-19. La OMS ha registrado el aumento de problemas de salud mental como estrés postraumático, altas tasas de depresión y trastornos de ansiedad. Y también ya está hablando de daños neurológicos.

La investigación Resultados neurológicos y siquiátricos a los 6 meses en 236.379 sobrevivientes de Covid-19: un estudio de cohorte retrospectivo utilizando registros de salud electrónicos, va más allá. Esta registró 14 resultados neurológicos y siquiátricos pasados seis meses de la infección. Ojo que el virus está afectando el sistema nervioso central y periférico.

 ¿Qué es el long Covid? 

Este estudio, realizado por la Universidad de Oxford y liderado por el doctor Maxime Taquet, analizó —entre el 20 de enero y el 13 de diciembre de 2020— los datos de personas que habían sufrido la enfermedad (mayoritariamente de Estados Unidos) y que fue publicada en la revista médica The Lancet Psychiatry. Los resultados confirman los hallazgos previos de otros estudios y plantean la necesidad de que los servicios de atención se anticipen y se los dote de recursos para afrontar estos problemas neurológicos.

El 33.6% (uno de tres pacientes) que tuvo Covid-19 recibió un diagnóstico neurológico o siquiátrico en los siguientes 6 meses. Estos se distribuyeron de la siguiente manera: 17.4% evidenció trastornos de ansiedad, un 2.1% infarto cerebral, 1.4% trastorno psicótico, el 0.7% demencia y el 0.1% parkinsonismo. Entre ellos, la incidencia de eventos aumentó al 38.7% en aquellos pacientes que estuvieron hospitalizados, al 46.4% en los que ingresaron a unidades de terapia intensiva y al 62.3% en un subgrupo que había presentado encefalopatía (cualquier enfermedad cerebral que altera la función o la estructura del cerebro) durante la internación. Para el 12.8% de las personas era el primer diagnóstico de este tipo.

“Los pacientes que estuvieron hospitalizados o tuvieron presentaciones más graves son los que desarrollaron más cuadros de trastornos del ánimo, estrés postraumático y tuvieron más compromiso a largo plazo, mientras que los que cursaron casi asintomáticos experimentaron consecuencias más leves”, explica sobre los resultados del estudio Roberto Amon, siquiatra y profesor asociado de Siquiatría de la Universidad de los Andes.

Las complicaciones neurológicas por Covid-19 se dividen en tres tipos: “Primero, las enfermedades neurológicas previas, que tienen mayor riesgo de complicaciones y de mortalidad a causa de la infección: pacientes con Alzheimer, que presentan más predisposición, más riesgo, más severidad y mayor mortalidad. En segundo lugar, las complicaciones neurológicas del Covid-19 agudo, como la anosmia (pérdida de olfato) y la ageusia (pérdida del gusto), el accidente cerebrovascular (ACV), el síndrome de Guillain-Barré (produce debilidad y hormigueo en los pies y las piernas que se extienden a la parte superior del cuerpo. También puede producir parálisis) y las neuropatías (debilidad, entumecimiento y dolor, generalmente en las manos y los pies, ocasionado por un daño neurológico). Y, en tercer lugar, lo que se conoce como “long covid” o “post covid”, que es la persistencia de sintomatología neurológica una vez que pasa el episodio agudo y la posibilidad de agravamiento posterior o aparición de sintomatología neurológica posterior al episodio agudo”, señala Ricardo Allegri, jefe de Neurología Cognitiva del Instituto de Investigaciones Neurológicas Fleni, de Argentina.

La epidemia de los durmientes

Entre 1918 y 1921, la gripe española (producida por el virus N1H1, el mismo que reapareció mutado en 2009) infectó a un tercio de la población mundial y mató a unas 100 mil personas en cuatro olas. Luego apareció en muchos de ellos la encefalitis letárgica, también llamada la epidemia de los durmientes.

Una de sus víctimas fue Patricia Maguire, una estadounidense de 26 años, bautizada como la bella durmiente de Oak Park. Su caso —nunca se determinó cómo se contagió— fue recogido por el neurólogo Paul Foley en su obra Encephalitis Lethargica. 

El texto cuenta cómo la joven empezó quejándose de somnolencia irresistible. En el transcurso de un mes se le bajaron los párpados (ptosis) y comenzó a ver doble (diplopía). Su comportamiento se volvió irracional, con una rigidez generalizada que no le impedía vomitar. Tres años después, Maguire aún permanecía aletargada el 80% del tiempo. Su inteligencia y memoria parecían intactas, y podía responder las preguntas cuando la despertaban. Seis años después murió de neumonía. Como ella se han documentados varios casos que fueron desapareciendo tras la Primera Guerra Mundial.

Se cree que la encefalitis letárgica pudo ser un efecto secundario de la reacción contra la infección del N1H1 de la llamada peste española. Algo similar podría suceder con la actual pandemia de Coronavirus. La tesis para explicar los trastornos neurológicos es que la respuesta del sistema inmunitario es tal que acaba dañando al cerebro, con la encefalitis pudo pasar algo similar. 

Muchas personas que se han recuperado del SARS han desarrollado el síndrome de fatiga crónica, un trastorno complejo caracterizado por fatiga extrema que empeora con la actividad física o mental, pero no mejora con el descanso. Lo mismo puede darse entre las personas que han tenido Covid-19.

A los efectos del virus sobre nuestra salud mental y neurológica hay que añadir que por causas del confinamiento, muchos pacientes han interrumpido sus tratamientos y/o controles presenciales.

“La pandemia ha perturbado o paralizado los servicios de salud mental esenciales del 93% de los países, además los mismos pacientes dejaron de asistir a sus controles presenciales los primeros meses; luego, lentamente, se fueron retomando las atenciones y, al mismo tiempo, fueron implementándose atenciones virtuales y se dieron facilidades para adquirir los medicamentos mediante recetas electrónicas. El riesgo de dejar las consultas y los medicamentos es serio, ya que, por ejemplo, los pacientes con trastornos del ánimo pueden descompensarse y experimentar nuevos episodios depresivos en un contexto muy adverso; los pacientes con trastornos sicóticos pueden presentar episodios graves agudos que requieran hospitalización y pueden recaer los pacientes con adicciones que están estables luego de haber dejado de consumir alcohol y drogas”, advirte el siquiatra Roberto Amon.

Los datos de esta nota fueron comentados en el seminario latinoamericano Covid y sus efectos a largo plazo a nivel cerebral: revisando nuevos datos, organizado por la División Upjohn de Pfizer.