Crónica

La soledad en pandemia

Un estudio de Clínica Mayo estableció un aumento considerable en soledad y otros problemas sociales a raíz del confinamiento y distanciamiento físico. Las más perjudicadas son las mujeres.

Las pautas del distanciamiento físico redujeron la propagación de la Covid-19, pero el confinamiento y el aislamiento también crearon, o empeoraron, otros problemas relacionados con el bienestar, dice un nuevo estudio. Los investigadores de Clínica Mayo descubrieron un aumento del sentimiento de soledad y una disminución de la amistad durante la pandemia. El estudio publicado el 20 de febrero en la revista Social Science & Medicine (Ciencia Social y Medicina) revela efectos desproporcionadamente negativos en las mujeres y en las personas con mala salud.

Es vital mantener la distancia física durante la pandemia, pero el distanciamiento en las relaciones interpersonales puede causar un daño en la salud mental y el bienestar. Aunque la decisión de cerrar negocios y escuelas o de cancelar reuniones sociales y eventos sea eficaz para ralentizar la propagación de la enfermedad, también conlleva necesariamente problemas de índole social, mental, económica y de abuso de sustancias adictivas.

‘‘Hay que hacer un esfuerzo consciente para establecer una conexión social significativa con los demás. En momentos de tensión y estrés social, no solo es importante ayudarnos unos a otros, sino también estar presentes’’, comenta el Dr. Jon Ebbert, médico internista en Clínica Mayo y autor experto del estudio.

MUJERES MÁS AFECTADAS

Durante la pandemia, las mujeres mostraron niveles más elevados que los hombres en cuanto a sentimientos de soledad. La hipótesis de los investigadores es que uno de los factores contribuyentes puede ser el hecho de que la pandemia de la Covid-19 afectó considerablemente más al empleo femenino, según lo muestran los datos de desempleo en varios países.

‘‘El trabajo suele ser un lugar de conexión social y apoyo; de modo que, a medida que el trabajo se trasladaba desde la oficina a la casa, las conexiones sociales femeninas pudieron haber sido aún más tensas’’, señala la  Lindsey Philpot, investigadora en servicios para la salud y epidemióloga.

El cambio más grande fue de menos relaciones de amistad, seguido por más sentimientos de soledad.

‘‘La conexión personal ocurre de distintas formas. Quizás estemos viendo que, durante una pandemia infecciosa, la soledad puede aquejar más a las mujeres. Todos debemos recordar que cuando la estructura social sufre cambios grandes, es necesario enfocarse en las amistades para mantener la resiliencia’’, señala Ebbert.

De todas maneras, el equipo descubrió que no todo fue malo, pues hubo más apoyo, tanto emocional como logístico, y disminuyó la percepción de hostilidad. No obstante, quienes ya tenían mala salud de entrada informaron haber tenido menos apoyo emocional. Los investigadores no observaron ningún cambio en la percepción de rechazo.

‘‘Cuando se producen cambios sociales, las personas con más problemas de salud pueden sufrir el peor impacto negativo en lo referente a apoyo emocional, pese a ser el momento en que más lo necesitan’’, añade  Ebbert.

Los investigadores afirman que los resultados están respaldados por la hipótesis de amortiguación del estrés, que dice que las relaciones sociales pueden amortiguarse durante momentos de estrés.

‘‘Antes de la ordenanza del distanciamiento físico, nos beneficiábamos de la interacción social pasiva, o sea, de la interacción con otros padres de familia durante los entrenamientos deportivos o las reuniones de la escuela y de la charla con otros colegas durante alguna conferencia. El distanciamiento físico exige hacer un esfuerzo deliberado para comunicarse con los demás, entrar en contacto y pasar tiempo juntos (de modo virtual). Por lo tanto, considere hacer una cita virtual para tomar un café con algún amigo, organizar o unirse a un grupo por Internet para divertirse una noche con trivialidades, o tomar el teléfono y llamar a cualquier familiar o amigo’’, señala Philpot.

El 77 por ciento de las personas que respondieron la encuesta mantenía una relación de por vida; el 63 por ciento era del sexo femenino; el 78 por ciento dijo que gozaba de buena o muy buena salud, y la edad promedio fue de 60 años.