En promedio pasamos unos 20 minutos al día lavando e hidratando nuestra piel y pelo. “Los comerciales nos dicen que eliminemos los aceites del cabello y luego lo humedezcamos con acondicionador, que limpiemos la capa periférica de nuestra piel para reemplazarla por químicos”, señala James Hamlin, profesor de la escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale y colaborador de The Atlantic.
Y agrega que pocas personas se preguntan si en verdad es esto necesario. Asearse no es solo algo de la publicidad, todos sabemos que si pasamos unos días sin ducharnos, incluso un solo día, nos convertimos en seres malolientes. Pero, ¿qué pasa si atraviesas la oleosidad y el olor, lo abrazas y sigues adelante? Esa fue la pregunta que Hamlin decidió responder.
Bestia maloliente
“Al principio, era una bestia aceitosa y maloliente”, escribe. El olor de los cuerpos es producto de bacterias que viven en nuestra piel y se alimentan de las secreciones aceitosas del sudor y las glándulas sebáceas en la base de nuestros folículos pilosos. La aplicación de detergentes (jabones) en nuestra piel y cabello todos los días altera una especie de equilibrio entre los aceites de la piel y las bacterias que viven allí. “Cuando te duchas agresivamente, arrasas los ecosistemas, que se repoblan rápidamente, pero las especies están desequilibradas y tienden a favorecer los tipos de microbios que producen olor. Después de un tiempo sin limpiar, el ecosistema alcanza un estado estable y deja de oler mal. No hueles a agua de rosas, pero tampoco tan mal. Hueles como una persona.¿Por qué seríamos tan repugnantes como para necesitar una limpieza constante? ¿Y constante hidratación y/o desengrase? Si hacemos más para permitir que nuestras glándulas sebáceas y bacterias se equilibren, dice la teoría, la piel debería dejar de fluctuar entre la condición grasa y seca”, añade Hamblin.
Sin desodorante
Para su investigación, además de experimentar con su propio cuerpo, entrevistó a varios especialistas; dermatólogos, inmunólogos, alergólogos, incluso teólogos. Entre ellos el microbiólogo Martin Blaser, quien le explicó sobre las consecuencias de limpiar nuestros cuerpos con tanta avidez como lo hacen muchas personas. También habló con un científico de la biotecnológica AOBiome, que vende bacterias vivas para que las personas las rocíen en la piel en un intento de crear un ecosistema más terrestre.
Hamblin cuenta que a medida que comenzó a conocer a estas personas y pensar más en los microbios de la piel, empezó a usar menos jabón, menos champú, menos desodorante y a ducharse poco.
“Pasé de tomar una ducha diaria a bañarme cada dos días y luego cada tres. Hasta que prácticamente me detuve por completo. Siempre me lavé las manos, lo que sigue siendo una forma extremadamente importante para prevenir enfermedades transmisibles. Al principio olía mal, especialmente porque no usaba desodorante. Por ello no lo dejé de golpe, sino que pasé de una barra tradicional con base de aluminio a Soapwalla, un desodorante en crema vegano y ecológico hecho con aceites vegetales y almidones. El aluminio es el ingrediente activo en muchos desodorantes, específicamente porque funciona como antibiótico. Al final no usé nada”.
Marketing versus naturaleza
Y hay algo que considera que es clave: “cuando pensemos en la salud de nuestra piel es importante recordar que, en gran parte, es el resultado de nuestro estilo de vida, de cómo dormimos, qué comemos, nuestros niveles de estrés, nuestra actividad física, qué bebidas ingerimos, entre otros factores”.
Y diferencia entre lo que aplicamos en la piel y cómo realmente la nutrimos.»La industria que vende productos de cuidado personal y jabones está muy enfocada en vender soluciones tópicas (de aplicación externa y localizada)».
Si bien algunas pueden ser de ayuda, dice, es importante pensar en un enfoque de salud dermatológica «de adentro hacia afuera».
Considera que se debe distinguir lo que es ciencia de lo que es marketingporque a veces usamos más productos de los que realmente necesitamos por la creencia de que al hacerlo nos volvemos más saludables.
Señala que ahora no huele mal como antes, al final de un largo día o después de hacer ejercicio. “Al menos, para mi nariz. Les he pedido a mis amigos que me huelan y ellos insisten en que todo está bien. No sé si todo el mundo logrará un estado estable sin detergente, lo cual es extremo, pero creo que hay espacio para cuestionar el marketing interminable de limpiadores cosméticos para la piel y el cabello y la necesidad de duchas diarias. El mayor dilema podría ser qué hacer con todo el tiempo extra. Dos años extra de vida, que es lo que nos pasamos limpiándonos en promedio”, concluye.