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¿Qué perdemos las personas cuando se secan los bosques?

De acuerdo con investigadores, los elevados niveles de degradación y del probable colapso inminente de un tipo de ecosistema en particular, el bosque esclerófilo, es preocupante. Por ello se necesita generar políticas y medidas efectivas de prevención de fuego, manejo, conservación y restauración de este ecosistema.  

La compleja estructura y funcionalidad de un bosque contribuye a la generación de servicios ambientales indispensables para los seres humanos. Desde el placer de caminar por el bosque hasta procesos vitales como la captura de CO2 y la provisión de oxígeno y agua que utilizamos para subsistir.

Sin embargo, de acuerdo con investigadores de diversos centros, incluido el Instituto de Ecología y Biodiversidad, los elevados niveles de degradación y del probable colapso inminente de un tipo de ecosistema en particular, el bosque esclerófilo, es preocupante.

Por ello, realizaron una declaración pública que alerta sobre su crítico escenario en Chile y la urgente necesidad de generar políticas y medidas efectivas de prevención de fuego, manejo, conservación y restauración de este ecosistema.  

El bosque esclerófilo, formación vegetal compuesta por especies arbóreas de hoja persistente y dura, cuya antigüedad data de hace 10 millones de años, está declinando rápidamente producto de un período de 12 años de megasequía, olas de calor y más de un siglo de ineficientes políticas de protección y conservación.

La enfermedad que afecta a este bosque puede transformarse fácilmente en una crisis social sin precedentes en el país.  

La primera gran amenaza es la alta intensidad y duración de la sequía, un fenómeno cuya magnitud es incluso mayor a la de otros ecosistemas  Durante más de una década, estos bosques han estado recibiendo un tercio menos de la cantidad de lluvia a la que están adaptados, perdiendo uno de sus más sorprendentes atributos: la resiliencia a la sequía estacional.

En palabras simples, los bosques de la precordillera de Santiago están agonizando en un clima semidesértico. Los impactos están a la vista y, en muchos casos, son irreversibles. En 2019, se estimó en 500 mil hectáreas la superficie de bosque esclerófilo entre Valparaíso y Rancagua que sufrió un repentino cambio en la tonalidad de su follaje, pasando del característico color verde a uno café. Una cantidad no cuantificada de esos árboles adultos afectados no se recuperó y murió a causa de falla hidráulica y/o hambre de carbono.

La pérdida efectiva de cobertura de bosque incrementa los procesos de aridización de la zona central, lo que implica un aumento en la temperatura superficial del suelo y las tasas de evaporación y la disminución de la humedad del suelo que es crítica para la germinación de semillas de especies del bosque esclerófilo, cuyo recambio generacional está detenido hace décadas.

La segunda amenaza que enfrentan estos bosques es la continua pérdida de superficie producto del cambio de uso de suelo (a un uso urbano, industrial, agrícola o forestal). Actualmente, queda menos de un tercio de la superficie original de bosque esclerófilo, reducida a pequeños fragmentos aislados en un paisaje silvoagropecuario. De esta superficie, sólo el 2% está bajo protección legal del Estado, una fracción insuficiente para garantizar su conservación y la mantención de sus contribuciones a las personas.

Por otro lado, las especies que lo habitan están fuertemente amenazadas: el Reglamento para Clasificar Especies según Estado de Conservación del Ministerio del Medio Ambiente ha clasificado 461 especies en el bosque esclerófilo, de las cuales 238 (51.6%) se encuentran con algún grado de peligro de desaparecer (En Peligro Crítico, En Peligro o Vulnerables), lo cual es dramático ya que el 70% (166) de estas especies amenazadas sólo habitan en Chile.

Por último, una tercera amenaza, y que actúa de manera sinérgica con las dos amenazas recién mencionadas, es la intensidad y frecuencia de incendios forestales.

¿Qué podríamos perder las personas cuando se secan los bosques? Cuando se secan miles de árboles se pierden decenas de beneficios que impactan directamente en la vida. Entre éstos se encuentra el control de la erosión del suelo previniendo el deslizamiento de tierra en áreas urbanas (precordillera de Santiago), purificación del aire (impactos en ciudades con preemergencias ambientales durante invierno), provisión de agua, subproductos del bosque (menor disponibilidad de boldo o quillay para elaboración de productos cosméticos y de aseo personal), plantas medicinales, miel (sostenibilidad de numerosos apicultores rurales y exportaciones de miel), insectos que polinizan cultivos (producción de frutas de temporada y alza de costo de alimentos en las ferias y supermercados), semillas y bulbos usadas por viveristas (oferta de plantas en viveros), entre otros.

Si bien aumentar la protección legal del bosque esclerófilo no revertirá su decaimiento producto de la sequía, las prácticas de conservación público-privadas si podrían contribuir a aumentar las áreas de bosque que aún no se han secado por completo, donde aún se mantienen procesos biológicos esenciales para la mantención y reproducción como son la producción de flores, frutos, semillas, el ciclaje de nutrientes del suelo, la actividad microbiológica del suelo  y la captura de carbono, entre otros.